noviembre 14, 2007

EL CHIFLÓN DEL DIABLO // Autor : Baldomero Lillo

"Representación de un contra-discurso a la modernidad chilena"

En la época en que está ambientado el cuento de Lillo: “El chiflón del Diablo”, 1910 aproximadamente, había un discurso oficial en Chile que concebía al progreso indefinido como la vía hacía la producción cultural, al punto de dejar de lado la sensibilidad social, con tal de avanzar y estar en constantes cambios y mejorías a nivel económico del país. Este progreso indefinido va a producir un quiebre en las sociedades, en cuanto a valores éticos y morales, porque el hombre aristócrata estará interesado en el bien político y económico y se olvidará del aspecto social en el que vive.

Lillo está en contra de este discurso y es ahí donde se presenta su contra discurso que denuncia y que vuelve a humanizar al hombre. Es por ello que sus cuentos no pueden ser leídos solo desde el naturalismo, ni tampoco encasillarlo solo en su época (1904), sino que hay que abrirse a otros tiempos y a variadas disciplinas.

Él va mostrar los procesos sociales críticos, en los que aun viven los mineros en Lota. No va a mostrar el progreso del cual se hablaba hasta entonces, y si lo hace lo hará para mostrar lo negativo de este, lo que sucede detrás de las ganancias económicas, y eso lo vemos en la vida cotidiana de los mineros y de sus familias. Ellos trabajaban duro, muy duro y sin embargo, no recibían nada a cambio; eran los que hacían el trabajo pesado pero e vez de recibir premios morían de hambre, o de algún accidente en la faena. Veamos los siguientes ejemplos:

“No había miedo a evadirse. Entre morir de hambre o aplastados por un derrumbe, era preferible lo último […] En las chozas de los campesinos el hambre asomaba su pálida faz a través de los rostros famélicos de sus habitantes, quienes se veían obligados a llamar a las puertas de los talleres y de las fábricas en busca del pedazo de pan que les negaba el mustio suelo de las campiñas exhaustas.” [ Pág.: 18]

“Los resultados de este sistema no se dejaron esperar. Continuamente había que extraer de allí un contuso, un herido y también, a veces, algún muerto aplastado por un brusco desprendimiento de aquel techo falto de apoyo y que, minado traidoramente por el agua, era una amenaza constante para la vida de los obreros…” [Pág.: 18 – 19]

En ambas citas el autor quiere mostrar el dolor y los sacrificios que padecían los mineros, además de sus precarias condiciones de vida.

Otro aspecto social que nos señala Lillo, es la caridad, la humanidad que hay en cada uno de estos personajes que a pesar de estar en malas condiciones, para ellos no cabe el egoísmo y la frialdad, y comparten lo poco y nada que tienen, con el que lo necesita. En este caso es la madre del “cabeza de cobre”:

“María de los Ángeles añadió a la sopa un pedazo de pan y puso ambas dádivas en manos de la joven, quien se encaminó hacia la puerta, diciendo agradecida: la virgen se lo pagará vecina.” [Pág.: 20]

“En la puerta de los departamentos de las máquinas se presentó, con la pipa entre los dientes, uno de los ingenieros, un inglés corpulento, de patillas rojas y con la indiferencia que da la costumbre, paseó una mirada sobre la escena. [Pág.: 22]

“[…] Se la vio un instante agitar sus piernas descarnadas en el vacío y luego, sin un grito, desaparecer en el abismo. Algunos segundos después, un ruido sordo, lejano, casi imperceptible, brotó de la hambrienta boca del pozo, de la cual se escapaban bocanadas de tenues vapores: era el aliento del monstruo ahíto de sangre en el fondo de su cubil.” [Pág.: 24]

Aquí, en la primera escena que se nos presenta muestra el otro lado del mundo que se vive: la aristocracia. Los que se enriquecen a costa de los más necesitados. Muestran la frialdad y la indiferencia, dejando a la vista la realidad social y clasista que se vivía en la época.

Y la segunda escena es para hacer un contraste. En primer lugar la desesperación que lleva a esta mujer a suicidarse. Era tanto lo que Baldomero Lillo quería denunciar que no pudo usar mejor manera que la desesperación humana ante tales catástrofes. Esta desesperación es totalmente opuesta con la frialdad que refleja la cita anterior. Y en segundo lugar: que esta última cita termina diciendo que el monstruo, que era el pozo, expulsaba un aliento reconfortante por la sangre recibida. Y en contraste las mismas bocanadas de humo que expulsaba el verdadero monstruo: el aristócrata explotador.

"Los conceptos básicos del naturalismo hispanoamericano que se encuentran en el cuento"

Uno de los conceptos básicos del naturalismo hispanoamericano es que el escritor adapta el naturalismo en torno a la educación, para regenerar los sistemas sociales. Quiere mostrar el cambio de curso de la sociedad, para poder mejorarla. Sin duda, este aspecto se ver fielmente reflejado en el cuento de Lillo, porque el lo que intenta es denunciar la realidad social, para que haya una toma de conciencia y una humanización de la concepción del mundo, lo cual se tenía muy ignorado. Él no propone ninguna solución, pero vemos que deja expuestas las situaciones de forma cruda y extremadamente real, para que todos aquellos que lo leyeran se dieran cuenta de lo que sucedía verdaderamente y se hiciera algo por revertir la situación.

El naturalismo hispanoamericano muestra el vivir mismo de las personas, porque el escritor de cierta manera se compromete con su relato y con la sociedad que está reflejando. De esta manera posibilita el cambio en ella. Baldomero Lillo también utiliza este aspecto, en primer lugar porque el relata sus propias experiencias adquiridas de su labor en la pulpería de Lota. Por ende, nos narra hechos que él mismo observa, hechos que suceden a diario en la vida cotidiana de estos hombres.

A diferencia del naturalismo europeo, el hispanoamericano es constructivo y se adapta a las necesidades de las personas. Lo que pretende Lillo es que a través de estas escenas de pobreza e injusticia se puedan reconstruir las bases para una sociedad mejor.

Otro de los aspectos que toma Lillo y que tiene relación con los anteriores, es que el naturalismo hispanoamericano tiene una conducta educativa, y que está ligada a la conciencia social que se quiere mostrar a través de las observaciones que hace el autor. En este aspecto caben las descripciones físicas de los lugares donde se da a lugar el cuento, en este caso en Lota. Se trata de lugares urbanos, porque no se habla ni de campos ni selva, sino de ciudades y de lugares de trabajo.

Por otra parte hay que saber que la idea del naturalismo en Hispanoamérica nace por la necesidad de generar cambios frente al desorden socioeconómico vivido en la época. Y no, por una mera opción estética literaria. Sino con fines reales frente a la sociedad del mundo moderno.

“ Entretanto huían las horas y bajo las arcadas del cal y ladrillo, la máquina inmóvil dejaba reposar sus miembros de hierro en la penumbra de los vastos departamentos; los cables, como los tentáculos de un pulpo, surgían estremecidos del pique hondísimo y enroscaban en la bobina sus flexibles y viscosos brazos; la masa humana, apretada y compacta, palpitaba y gemía como una res desangrada y moribunda y arriba, por sobre la campiña inmensa, el sol, traspuesto ya el meridiano, continuaba lanzando los haces centelleante de sus rayos tibios y una calma y serenidad celestes se desprendían del cóncavo espejo del cielo azul y diáfano, que no empañaba una nube.” [Pág.: 23]

Bibliografía:

- Calderón Alfonso, Lastra Pedro, Santander Carlos; “Antología del cuento chileno”; “Baldomero Lillo: EL CHIFLÓN DEL DIABLO”; Editorial Universitaria, octava edición. Santiago. Chile. 1995.

noviembre 13, 2007

VICENTE HUIDOBRO: Reflexión sobre la poesía de este vanguardista chileno



“Robar la nieve al polo y la pipa al marino”

Cuando hablamos de polo norte o polo sur, sin duda la primera imagen que se nos viene en mente es la de la nieve, la blancura y el frío. Así también, cuando nos mencionan la historia de algún marino, es imposible no pensar en esa típica imagen del marino con su boina y su pipa, al muy estilo “popeye”. ¿Qué quiere decirnos Huidobro, entonces, cuando escribe esta frase en su manifiesto Talvez?

Lo que el poeta nos está queriendo decir, es que debemos dejar los conceptos tradicionales atrás, y olvidarnos de decir blanco cuando escuchamos nieve, de decir nieve cuando escuchamos polo y de decir pipa al escuchar marinero. La idea se trata de no ligar las cosas con un lenguaje común, como el que usamos para comunicamos diariamente, sino que se quiere romper con ese anterior y construir una nueva manera para designar las cosas, a través del lenguaje poético, siendo éste un lenguaje totalmente diferente, y que los poetas de vanguardia, como Huidobro, quieren separar del lenguaje cotidiano, él dice que no hay que mezclar estos dos mundos, y que para la realidad de la naturaleza exista el lenguaje común, y para el mundo nuevo, el poético: un lenguaje mucho más amplio, que no se encasille en las acepciones comunes, sino que sea capaz de crear nuevos significados.

“No hay que buscar en esos poemas el recuerdo de cosas vistas, ni la posibilidad de ver otras parecidas.”[1]

Lo que el vate quiere decir es que debemos dejar atrás esas concepciones tan ligadas a la naturaleza y tan aceptadas por todos, invitándonos a crear nuevas ideas y nuevas maneras de referirnos al mundo que nos rodea, incluso nos invita a dejar en el olvido esa realidad y crear una nueva paralela.

Esto es Creacionismo, donde las palabras pierden su carga semántica tradicional, para abrirse a otras nuevas. ¿Por qué no decir el trópico nevado? ¿Por qué aceptar una realidad dada por las generalidades, y por las concepciones que nos entrega la naturaleza y las tradiciones? Justamente, es eso lo que el poeta intenta decirnos cuando dice que quiere robarle la nieve al polo, ya no quiere que cada vez que se mencione el polo, tendamos a pensar en lo blanco y en el frío, así como también, quiere que le saquemos la pipa al marinero, para imaginarlo en otra realidad distinta a la tradicional, en otra faceta, designando la realidad con otras palabras, Huidobro busca nuevas maneras de enfrentarse a la realidad que le entrega la naturaleza, porque no quiere imitarla, sino que servirse de ella, pero, sin ser su esclavo como hasta entonces lo eran los viejos poetas.

“El poeta hace cambiar la vida a las cosas de la Naturaleza[...] tiende hilos eléctricos entre las palabras y alumbra de repente rincones desconocidos...”[2]


[1] Huidobro, Vicente. Manifiesto Tal vez. Pág.: 215.

[2] Huidobro, Vicente. La Poesía. Pág.: 206


Simbología

Esta será una nueva sección donde encontrarán el significado de los distintos símbolos que existen en la historia del arte y la cultura. Esto es bastante útil a la hora de interpretar obras literarias, principalmente la poesía.
(Voy a empezar con el símbolo que corresponde a mi horóscopo chino)

LA RATA
En Asia es frecuente su consideración como animal de la suerte; entre los japoneses, acompaña al dios de la riqueza; en China y en Siberia, la ausencia de ratas en la casa y el huerto era signo preocupante. - En la mitología hindú la rata es cabalgadura del dios-> Elefante Ganesha. - En Europa, por contrario, las creencias populares consideran a la rata como personificación de las enfermedades, la brujería, los demonios y los duendes. No obstante, si las ratas abandonan la casa o el barco también se considera de mal presagio (aunque con bastante fundamento racional, porque indica agotamiento de las despensas o inminencia de alguna otra calamidad). - La Rata es el primer signo del -> Zodiaco chino.

Fuente: Becker, Udo. "Enciclopedia de los Símbolos". Ed. Robinbook. Barcelona,2003.

noviembre 12, 2007

Lucila Alcayaga (Gabriela Mistral) y sus cartas de amor

Ahora les presento un trabajo realizado por mí, sobre la poetiza chilena Gabriela Mistral, en donde pueden encontrar una faceta más bien desconocida de ella, ya que, no nos habla a través de sus poemas típicos, sino desde su propia intimidad. Hoy en día, con la revelación de otros documentos personales, Lucila ha sido vista desde una supuesta homosexualidad. Sin embargo, estas cartas escritas al señor Magallanes Moure, nos enseñan a una mujer realmente enamorada, algo que se puede apreciar en cada palabra escrita por ella, y no tan sólo por una frase, como es el caso de las nuevas cartas encontradas. Bueno esto queda a juicio de cada uno, yo sólo les entrego herramientas para que puedan disfrutar y conocer a esta poetiza.




El Sujeto de la Enunciación que Gabriela Mistral construye en sus cartas de amor a Magallanes Moure, y las estrategias amorosas que utiliza.

Las cartas de amor que escribió Lucila Alcayaga, más conocida como Gabriela Mistral, nos revelan inmediatamente una serie de complejidades en el contenido de ellas primeramente, ya que no tenemos acceso a todas las que le escribió a Magallanes y por lo tanto, a veces debemos inferir los acontecimientos ocurridos entre carta y carta. Por otra parte, se nos muestran complejas porque no todas poseen datos de tiempo ni de espacio, por lo que debemos seguir el orden establecido por Sergio Fernández Larraín, quién recopiló cada una de las cartas publicadas y las dispuso según la forma en que él las ordenó gracias a los pocos datos entregados, pero principalmente, a los estados anímicos reflejados por Lucila en cada una de ellas.

“Las cartas se entrecruzan, se mezclan, se ensamblan palpitantes y dolorosas. La ausencia de fechas hace imposible su disposición cronológica. Pero desordenadamente y a saltos, los sentimientos surgen nítidos, enrojecidos como una llaga, o bien suaves como lirios y azucenas.”[1]

Esta falta de información nos lleva al problema de la Enunciación. Las cartas de amor reúnen en sí lo que Patricia Violi señaló como los aspectos de la enunciación, considerando esta como “Todas las marcas no textuales que se encuentran en un enunciado”, es decir, todo aquello que queda implícito en el texto y que nos lleva a los lectores a inferir y elaborar distintas suposiciones. Estos aspectos son: el actorial que corresponde al sujeto, el espacial, y el temporal.

La carta es un tipo de escritura que queda más bien reducida al ámbito privado que al público, y según la misma autora ya nombrada, debe ser entendido como un texto que se configura a través de la falta y el deseo. Es por la falta de algo o alguien que nace la necesidad de escribir y dirigirse a otro, y en el caso de las cartas de amor, sin duda esta necesidad está impulsada por el deseo de enamorar al otro o de seducir.

La carta también puede ser definida como un diálogo diferido: “en la forma epistolar hallamos la existencia de una forma de diálogo en que los sujetos intercambian sus comunicaciones a través de códigos…”[2] Y se dice diferido ya que se le escribe a un destinatario que no puede responder con la inmediatez de una conversación, sino que responde con su próxima carta, generando un diálogo simulado, ya que en sí no existe un diálogo que no sea inmediato. De esta manera, la carta de amor se nos va configurando en torno al simulacro, a un enmascaramiento. Cabe mencionar también que los aspectos de la Enunciación, antes mencionados, también se configuran en la carta como un simulacro, porque así como el diálogo; el tiempo, el espacio e incluso el sujeto, son un simulacro de la realidad.

En las Cartas de Amor de Gabriela Mistral, el problema de la enunciación está muy presente en cuanto nos faltan las señas principales de tiempo y espacio, como se mencionó anteriormente, pero también se hace presente y de forma muy evidente, el problema del sujeto de la Enunciación, aquel que se configura como sujeto epistolar y que no es la verdadera Lucila en sí, sino que se ha construido en torno a la ausencia y el deseo, y por ende es un sujeto que se encuentra muy abstracto y difícil de definir.

En primer lugar hay que situar al sujeto en el tiempo y lugar, y entonces hay que mencionar que tenemos dos momentos en los que se configura un sujeto muy distinto uno del otro. En primera instancia mientras Lucila le escribe las cartas a Magallanes entre los años 1918 y 1920 desde los Andes y luego mientras le escribe entre los años 1921 y 1922 desde Temuco. Si comparamos las cartas primeras con las posteriores notaremos inmediatamente que ha habido un cambio en el sujeto, partiendo por el simple hecho que en la segunda parte se presenta una Lucila mucho más cercana a La Mistral, la escritora, poetiza, cónsul, delegada cultural, etc. ya no se trata de la enamorada acongojada, sino más bien de la mujer importante que ya no sufre por el amor de Magallanes. Ella marca una diferencia en su persona, se crea y se vuelve a crear. Este cambio de sujeto y por ende, aparición de la Mistral, se hace notar de tal manera que incluso en la última carta escrita por Lucila al poeta, le envía además su poema Balada”:

“¿Conocía Ud. esa “Balada” mía? Se parece un poquito a las antiguas cosas suyas. […]

BALADA

Él pasó con otra.

Yo lo vi pasar.

¡Siempre dulce el viento

y el camino en paz!....

¡Y estos ojos míseros

lo vieron pasar!...”[3]

Pero no es sólo durante estos momentos en que el sujeto va cambiando, pues ella se va configurando constantemente, creando distintas imágenes de sí misma, para sí misma y para el otro: el amado. Así lo confirma Sergio Fernández Larraín: “Su tono cambia según el día o la noche, y su estado de ánimo varía, minuto a minuto”[4]

Siguiendo un estudio hecho por Darcie Doll, entendemos que la configuración del sujeto que Lucila Alcayaga lleva a cabo, debe dividirse en dos: “en la construcción del yo para mí y la construcción del yo para el otro”[5], así revela en primer lugar una imagen negativa de sí misma, mostrándose débil, angustiosa, fría, dura, y en algunos casos egoísta. De esta manera, tiende a compararse con la imagen idealizada que ha creado del otro (Magallanes), para poder denotar así su propia imagen. Por esta razón Lucila en reiteradas ocasiones le dirá a su amado lo grandioso que es él y lo fría, tosca y fea que es ella. Mientras que a ella misma se referirá como un estropajo, a él lo alzará tanto en belleza física como intelectual.

“Y eso que ese hombre quizás pueda querer a una mujer fea, porque él no es lo que eres tú físicamente ni lo que eres como refinamiento de espíritu.”[6]

Ella no sólo se crea para sí misma, sino también se está creando constantemente en función del otro, porque desde ya quiere adelantarse a la respuesta del destinatario, condicionándolo a través del sujeto que ella le está presentando. De esta misma manera es que Lucila crea también un “yo para el otro”, y esto lo hace a través de distintas imágenes o máscaras que le permiten escapar de su verdadera concepción de sí misma. Durante las cartas podemos reconocer claramente dos imágenes-máscaras:

“Pero siempre, siempre, hubo en mí un clamor por la fe y por la perfección, siempre me miré con disgusto y pedí volverme mejor”. […] “Yo sé que la perfección no puede ser sino la serenidad. Y la busco, y la hallaré algún día.”[7]

Estas citas reflejan el enmascaramiento a través de la imagen religiosa, de la humildad y del sacrificio para lograr la perfección. Corresponde, como dice Darcie Doll al estereotipo del imaginario religioso. Y dentro del mismo estereotipo, se reconoce la mujer pobre pero digna donde se muestra el enmascaramiento con la imagen que ha de revelar un gran valor, porque hay una aceptación del dolor como parte de la vida y de su destino:

“[...]dudo de mí; veo todas mis lepras con una atroz claridad; me veo tan pequeña como los demás, escurriendo mis aguas fétidas de miseria por un mundo que es una carroña fofa.”[8]

“[...]Manuel, podrían perdonarme el que hoy se haga en mí un eclipse moral y tire al suelo mi fardo y diga vigorosamente que quiero tener un paréntesis de amor y de dicha, que me lo merezco[...][9]

Y por otra parte se muestra una segunda máscara, que corresponde a la concepción de la mujer que sufre por el amor de su amado, lo que Darcie Doll llamó: el estereotipo de la heroína/víctima del imaginario amoroso melodramático. Esto se puede apreciar en las siguientes citas:

“Abracémonos renegando del error fatal de la vida, pero amándonos mucho, porque este dolor de ser culpable sólo puede ahogarse con mucho, con mucho amor.” [10]

“Este no es amor sano, Manuel, es ya cosa de desequilibrio, de vértigo.” [11]

“Tú puedes hacerlo todo en mí, tú que has traído a mis aguas plácidas y heladas un ardiente bullir, una inquietud enorme y casi angustiosa a fuerza de ser intensa”[12]

“Hay un cielo, un sol y un no sé qué en el aire para rodear sólo seres felices. ¿Por qué no podemos serlo? ¿Lo seremos un día?”[13]

Junto con la construcción de estas imágenes – máscaras vistas anteriormente, Lucila construye además, unas imágenes que se constituyen como estrategias amorosas que ella utiliza para seducir y enamorar a Magallanes, porque junto con construir facetas de su yo, crea también a un sujeto destinatario, que deja de ser el real Manuel y que ella se lo presenta a él en sus cartas, a través de esta estrategia de enmascaramiento, haciendo que él mismo termine aceptando este sujeto que ella ha configurado para él. Por ende, así como crea un yo para sí y un yo para el otro, también crea “el otro para el yo y el otro para el otro”[14]. Y así, en función del otro es que ella va a generar distintas tácticas a través de las máscaras para conseguir el amor que ella quiere de Magallanes. De esta manera, ella obtiene las respuestas a ese amor que ella desea, y es a través de estas tácticas que ella va condicionando las respuestas del otro, es decir, que de cierta forma ella se antepone a lo que el destinatario le va responder en la siguiente carta y así configura otro que le contestaría de la manera que ella espera.

La primera táctica que utiliza La Mistral, es la de hacerle escuchar a su amado lo que ella quiere decirle, pero en la voz del Señor, ya que en una de sus primeras cartas que ella le manda a Magallanes, no es a él a quien le está hablando precisamente sino a Cristo, pero lo que intenta es decirle a través de Él, lo que le quiere decir a Manuel. Así de esta primera manera, ella va a reprocharle su manera de amar al poeta, y va a recalcarle que su amor es puro y espiritual, casi religioso, pues no necesita manifestarse atrevés del cuerpo y de los placeres, sino que se alimenta por sí mismo. Todo esto se lo dirá de una manera indirecta, como hablándole a Dios de otra persona, pero queriéndoselo decir a Manuel:

“Señor, yo quería remendar la saya rota de mi pobre vida. Dulce mano fina como la tuya me daba hilos claros, flequería de aurora, para unir los jirones. Yo estaba como en un encantamiento. Pero he aquí que la mano solía dar pocas hebras y era que tejía vestido de alegría para muchas almas”[15]

En esta cita le está reclamando fuertemente su debilidad, porque Manuel era un hombre casado y por ende, ella no, sino que también le atemorizaba y le dolía como enamorada. era el único amor que éste tenía y esto no sólo le pesaba en su conciencia de católica a Lucila.

Otra táctica utilizada por ella es la de infantilizar a Magallanes. Ella va a mencionarse muchas veces como una madre o incluso como una abuela, y hacía él va a referirse como a un niño.

“Sé que querré tenerte entre mis brazos como un niño, que querré que me hables así, como un niño a la madre, desde la tibieza de mi regazo[...]”[16]

“Te siento niño en muchas cosas y eso me acrece más la ternura. Mi niño, así te he dicho hoy todo el día y me ha sabido a más amor la palabra que otras[...] Quizás tu mirada me conmueva más que tu abrazo, quizás me dé tu mirar la embriaguez que los demás arrancan de las caricias más intimas[...][17]

“¿Habrá pasta de amante en esta abuelita que toma mate y cuenta cuentos y da lecciones de escepticismo junto a las brasas? ¡ Y que un poeta le crea otra cosa y le escriba cartas de amor! (Hay que pegarle a ese poeta.)[18]

En las dos primeras citas ella nuevamente está intentando alejarse del amor erótico y por ello es que ella va a infantilizarlo, para que él comprenda que este amor que siente por él no es un amor carnal sino más dulce y tierno como el de una madre a su hijo. En la última cita, en cambio, nos presenta la imagen de una abuelita que ya no debiera andar pensando en amores, e incluso trata de convencerle diciéndole que es él el que cree otra cosa de ella, pero hay que tener en cuenta que ella tenía alrededor de 26 años cuando escribió estas cartas, es decir que aun estaba muy joven. Por ello queda muy claro que ésta autonomización de abuelita es una táctica también, para rechazar estos encuentros que su amado le pide.

En conclusión, ella va a construirse y destruirse durante las cartas que le escribe a Magallanes, estará en un constante desplazamiento y por ello es que nos encontraremos con cartas muy contradictorias unas de las otras, porque ella estará presentando un sujeto en una y un sujeto distinto en la otra, tanto así que ella misma va mencionarse como perturbada en alguna de sus epístolas.

“[...] si desde algún tiempo yo he salido de la órbita donde se mueven los seres equilibrados[...]A pesar de la ráfaga de locura que me pasó por la cabeza y por el corazón[...]”[19]

Es así que la configuración de sujeto que nos presenta Gabriela Mistral o Lucila Alcayaga en sus cartas de amor es a una mujer envuelta en distintas facetas, y en donde su personalidad es muy difícil de encontrar, porque durante el recorrido de sus cartas siempre encontraremos distintos tonos de decir las cosas, a parte de una Lucila confundida, a veces dulce, a veces fría, a veces sería y pesimista y otras tantas llena de felicidad y entusiasmo.

“Siempre le dije lo que soy, siempre. Y si no lo hubiese sabido por mí, lo supiera por la gente, y si ni esto hubiese habido, con leerme un poco los versos habría comprendido que soy la más desconcertante y triste (lamentablemente) mezcla de dulzura y dureza, de ternura y de grosería.”[20]


[1] Mistral, Gabriela. Cartas de amor de Gabriela Mistral. Introducción, Recopilación, Iconografía y Notas de Sergio Fernández Larraín. Santiago de Chile. Andrés Bello, 1978, Pág.: 32

[2] Doll, Darcie. “Las cartas de amor de Gabriela Mistral o el discurso amoroso de una sujeto en fuga”. En Modernidad en otro tono. Escritura de mujeres latinoamericanas 1920 – 1950. Cuarto Propio ediciones, Santiago, 2004. Pág.: 156

[3] Mistral, Gabriela. Cartas de amor de Gabriela Mistral. Santiago. Andrés Bello, 1978, Pág.: 197-198

[4]Opcit cita N°7. Pág.: 33

[5]Opcit cita N°8. Pág.: 159

[6] Mistral, Gabriela. Cartas de amor de Gabriela Mistral. Santiago. Andrés Bello, 1978, Pág.: 197-198

[7] Ibidem Pág.: 103- 104

[8] Ibidem Pág.: 104

[9] Ibidem Pág.: 107

[10] Mistral, Gabriela. Cartas de amor de Gabriela Mistral. Santiago. Andrés Bello, 1978, Pág.: 108

[11] Ibidem Pág.: 144

[12] Idem

[13] Opcit cita N°16,. Pág.: 112

[14] Opcit cita N°8 Pág.: 167.

[15]Mistral, Gabriela. Cartas de amor de Gabriela Mistral. Santiago. Andrés Bello, 1978, Pág.: 109

[16] Ibidem Pág.: 146

[17] Ibidem Pág.: 135

[18] Ibidem Pág.: 127

[19] Ibidem Pág.: 111

[20] Ibidem Pág.: 183

noviembre 11, 2007

luna.pecosa_ [Presentación]





Buenas tardes. Aquí yacen los restos de un mundo lunático que habito a diario. Aquí quedarán las cenizas de lo que se enciende en un día de mi vida. Lo que siento, lo que pienso, lo que leo y veo.

Todo me parece preciso de ser compartido, ya que podrán encontrar no sólo algo de mí, sino escritos, ensayos y trabajos sobre literatura, música, películas. etc. Cualquier tipo de textos que provenga de mi propia autoría, y también de otros grandes autores.


Para comenzar, un poeta chileno, que también escribe y vive la vanguardia, aunque muchos no lo crean y probablemente Huidobro (otro poeta chileno) no comparta conmigo. Hay que conocer más de nuestros poetas, así que les dejo un poema increíble de de nuestro vate chileno Pablo Neruda. Esto es Arte Poética, de Residencias en la Tierra 1, 1933.



Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,

dotado de corazón singular y sueños funestos,
precipitadamente pálido, marchito en la frente,
y con luto de viudo furioso por cada día de vida,
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente,
y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría,
un oído que nace, una angustia indirecta,
como si llegaran ladrones o fantasmas,
y en una cáscara de extensión fija y profunda,
cono un camarero humillado, como una campana un poco ronca,
como un espejo viejo, como un olor de casa sola
en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores,
posiblemente de otro modo aún menos melancólico,
pero, la verdad,de pronto, el viento que azota mi pecho,
las noches de sustancia infinita caídas en mi dormitorio,
el ruido de un día que arde con sacrificio,
me piden lo profético que hay en mí, con melancolía,
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un hombre confuso.