septiembre 29, 2009

Veinticinco


Un texto del recuerdo que encontré por ahí...




Basada en la inspiración de una estrella, una estrella que escapó a sus ojos, mientras la sonrisa de lo idílico acariciaba sus labios en menos de lo que terminaba el deseo que le pedía. Se refugió entonces en los brazos de aquel utópico sueño, el corto suspiro, una historia vacía de tiempo pero llena de ternura, fantasía, magia y lealtad. Se tornó azul mientras su corazón se empapelaba de aquel rojo y verde, y se confirmaba en ella la esperanza de amar como nunca nadie la había echo sentir.

Tomo las manos húmedas de su compañera y no imaginaba que aquel beso pudiera producir en ella tanto temor, la miró y la acarició, parecían coincidir los pensamientos y los deseos anhelados. Parecía ser que había acertado la respuesta.
Perplejo y atónito quedó esperando una señal, algo que explicara el silencio, o una afirmación de que aquello estaba bien, pero no necesitaba tal muestra porque aquellos ojos que lo miraban, enseñaban fielmente la respuesta del mismo amor y las mismas ganas de enfrentar lo idílico, lo confuso y el temor.

No podía decirlo, por más que su corazón quería gritarlo, no podía expresar aquellas dos palabras que la harían tan feliz, y tras titubeos solo logró decir: “yo también”. No podía escucharlas ni repetirlas, solo un “yo también” era suficiente para declarar lo que estaba sucediendo.

Y así entre horizontes y atardeceres que se escapaban bajo las sombras de lo infinito fue creciendo una atmósfera de amor y de utopía que solo conocía el calor de un abrazo y un dulce y tierno beso. Se escribieron poemas y canciones de amor y ocultos bajo el mismo cielo se juraron amor eterno. Un futuro que parecía lejano era lo más presente que tenían, y se acompañaban de las estrellas y de la luna, que era su única infidente cuando la lluvia no venía de visita.

1 comentario:

Anónimo dijo...

está muy lindo...
felicidades